Cambios tectónicos en la minería

Cada octubre, Londres se convierte en el centro del mundo del metal. La LME Week -la gran cita de productores, traders, bancos e inversionistas- es donde la industria mide el pulso del planeta. Y este año, el diagnóstico fue contundente: las placas tectónicas del sistema minero global están en movimiento.

Por Juan Carlos Guajardo

Durante años habló de cambios estructurales: nuevos motores de demanda derivados de la transición energética, el reordenamiento de las cadenas de suministro, la rivalidad entre China y Estados Unidos, la redefinición del dólar y el avance de políticas industriales. En 2025, esas tendencias dejaron de ser teoría: ya están reconfigurando los mercados y la geoeconomía del metal.

En Londres, el cobre volvió a ocupar el centro de la escena. Sigue siendo el metal más prometedor, pero también el más debatido. Más de 1 millón de toneladas de producción esperada no llegarán al mercado por problemas operacionales en minas de Indonesia, el Congo y Chile. Este vacío ha sostenido precios cercanos a los US$5 por libra y alimentado proyecciones de nuevos récords para 2026. Sin embargo, el auge simultáneo del oro y la plata revela un trasfondo de cautela: los inversionistas buscan refugio frente a la fragilidad fiscal y monetaria global.

Más allá de los precios, dos señales concretas marcaron esta LME Week.

Primero, los premios de cátodos fijados por Codelco alcanzaron un récord histórico, reflejando un mercado físico donde la oferta de material de alta calidad y trazabilidad es cada vez más escasa y valorizada.

Segundo, los cargos de tratamiento y refinación (TC/RC) están bajo una presión inédita. El tradicional mecanismo de benchmark global -pilar del equilibrio entre mineras y fundiciones- podría estar desafiado debido a la expansión de la capacidad de fundición china, el cierre de plantas en occidente y la escasez de concentrados, lo que está empujando al mercado hacia un nuevo territorio.

A ello se suma la creciente dificultad para construir y operar minas. Los costos financieros suben, la “permisología” se vuelve incierta y las exigencias ambientales y sociales se multiplican. Todo esto ocurre mientras muchas minas enfrentan leyes más bajas y mayores profundidades. El resultado: una atención estructural entre una demanda mundial que crece y una oferta que no logra reaccionar con la misma velocidad.

Aún así, la resiliencia global sorprende. Pese a la pandemia, la inflación y las guerras, la economía no se ha detenido, aunque el riesgo es que esta estabilidad aparente oculte tensiones acumuladas que podrían desembocar en una crisis más adelante. La demanda de metales sigue sostenida por la transición energética, el gasto en infraestructura y el dinamismo asiático.

Los altos precios del cobre, el oro y la plata no son accidentes: son síntomas visibles de un cambio de era. Los metales como el cobre están dejando de ser sólo insumos industriales para convertirse en reservas de valor, instrumentos de poder económico y eje de una nueva competencia global.

El mundo de los metales ya ha entrado en una nueva edad. Y esta vez, el movimiento es irreversible.

Fuente: El Mercurio