El tiempo apremia en esta carrera en que hay muchos otros jugadores y donde los cambios tecnológicos pueden alterar la perspectiva de altos valores del litio al cabo de algunos desafíos.
Carta dirigida al Diario el Mercurio por Juan Carlos Guajardo
Sr. Director
La reunión, días atrás, de los cancilleres de Argentina y Chile arrojó buenas noticias en cuanto a la integración energética. Sin embargo, también acordaron desarrollar la cadena de valor del litio en Argentina, Bolivia y Chile, para lo cual se anunció una futura reunión presidencial trilateral.
La buena vecindad es ciertamente bienvenida, pero una alianza en torno al litio -a nivel presidencial, se insinúa- debe ser capaz de realmente aportar a Chile para no quedar en un mero discurso político convertirse en un freno para el aprovechamiento que puede y debe hacer el país de sus oportunidades en torno al litio. Entender esto es fundamental, sobre todo cuando nuestro país tiene discusiones pendientes que deben ser resueltas a la brevedad si es que quiere seguir siendo líder en esta industria de forma tal de aprovechar la ventana de oportunidad que ofrece el mercado internacional en esta década, pero que no se puede garantizar que seguirá abierta en la siguiente.
Cabe recordar que Chile perdió el liderazgo mundial en la producción de litio a manos de Australia hace algunos años y ya surgen proyecciones de que Argentina superará a Chile hacia 2028.
En particular, el debate de si otros salares pueden ser desarrollados por nuevos actores privados, el espacio para alianzas público-privadas el futuro del Salar de Atacama son materias que no pueden seguir esperando. Este debiera ser el foco de la acción chilena del litio.
Chile tiene varias ventajas respecto de Argentina y Bolivia. El Salar de Atacama no solo es superior en calidad y tamaño a los salares de esos países, sino que también Chile tiene una historia más larga en la producción y comercialización de químicos de litio de alto valor agregado, por lo que este know how y la cantidad y calidad del recurso permitirían que Chile capturase buena parte de la mayor demanda que se avizora.
Entonces, ¿qué beneficio se espera conseguir de esta alianza? ¿Qué obtendrá Chile a cambio que permita soslayar el gran debate pendiente de la oportunidad que se está perdiendo?
La cooperación es bienvenida, especialmente en compartir conocimiento, pero el tiempo apremia en esta carrera en que hay muchos otros jugadores y donde los cambios tecnológicos pueden alterar la perspectiva de altos valores del litio al cabo de algunos desafíos.
Chile, que tiene mucha experiencia y por lo tanto más ventajas que sus vecinos, debe primero focalizarse en aprovechar la ventana que hoy está abierta para capturar los mayores beneficios posibles y en paralelo avanzar en una colaboración que genere claros beneficios al país.
Fuente: El Mercurio